A finales de 1969 cuatro ordenadores diferentes, uno en cada una de las cuatro universidades participantes (Utah, UCLA, Stanford y Santa Barbara) en la costa Oeste de Estados Unidos, se conectaron a través de la naciente red Arpanet (Advanced Research Projects Agency Network). Este fue el comienzo de Internet. La red Arpanet fue financiada por el Pentágono como una de las muchas investigaciones para conseguir nuevos modelos de redes de comunicación. Sin embargo, pese a esta participación del ejercito, la red y la posterior Internet no se han visto influidas por la cultura militar. Fue un experimento financiado pero no controlado por los militares. A diferencia de la Unión Soviética, donde proyectos similares se realizaban, pero el control militar anuló cualquier capacidad de salto a la vida civil de esos avances y murieron víctimas de su propio secreto.
Lo que sí influyó en la cultura digital fue la esencia universitaria, en la raíz de los equipos que trabajaron en Arpanet. En concreto, la cultura tecno-científica. La ciencia es una de las ramas del saber humano que más se parece a la cultura del Internet actual. A lo largo de la historia se ha realizado en comunidades internacionales y todos los avances científicos que se publican, son debatidos y aprobados o refutados por la comunidad. Solo es ciencia lo que la comunidad científica considera ciencia, tras haber reproducido los resultados en diferentes laboratorios, o confirmado los cálculos tras su publicación y debate. Esta cultura científica es un mundo aparte y contrastaba tanto con la cultura dominante, que se daba el caso de que en plenas guerras napoleónicas entre Francia e Inglaterra, había científicos que recibían premios del país contrario e incluso tenían libertad para transitar entre ambos países por autorización expresa de Napoleón, admirador de la ciencia. Así, las comunidades científicas estaban tan relacionadas, que un naturalista como el científico alemán Alexander von Humboldt escribió a lo largo de su vida unas 50.000 cartas y recibiría una cantidad similar, lo que si lo mutiplicamos por los cientos o miles de científicos de la época, da idea de la poderosa interacción de estas redes cientificas, todavía en los siglos XVIII y XIX y sin más medio de comunicación a distancia que el correo.
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